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NOTICIA - Seguridad Vial

20/01/2023

La seguridad vial en femenino (I): Florence Lawrence, estrella del cine e inventora

Cuando repasamos la historia de automoción, casi todos los nombres de ingenieros y conductores son masculinos. Sin embargo, hay brillantes excepciones, ya que también existieron pioneras que lograron sobreponerse a los prejuicios y al machismo de la sociedad. Una de las más paradigmáticas fue Florence Lawrence, que además de ser una estrella del cine mudo, inventó nada menos que los intermitentes y la luz de freno. Esta es su historia.

A pesar del ostracismo y la falta de memoria colectiva, Florence Lawrence hizo méritos más que suficientes para ser recordada. Nacida en Ontario en 1886, esta polifacética canadiense está considerada una de las primeras y más legendarias estrellas del cine mudo, un género en el que participó con casi 300 películas.

Nacida en una familia de actores de vodevil, debutó en el teatro de la mano de su madre a la edad de 3 años.  Sin embargo, a los 12 años sufrió la muerte de su padre, que pereció en un desgraciado accidente, un hecho que acabó propiciando su traslado a Nueva York.

Tras graduarse y protagonizar varias obras en Broadway, fue contratada para rodar películas, un ámbito en el que destacó de forma extraordinaria desde su debut en la película Pioneer Days in America (1906), de la Edison Manufacturing Company. Esta productora buscaba a una mujer joven, desenvuelta, bien parecida y que supiera montar a caballo, unos requisitos que Lawrence cumplía sobradamente. A partir de ahí, y tras un periodo en el que compatibilizó teatro y cine, trabajó en diversos estudios hasta fundar su propia productora, de la que recibía 500 dólares semanales, un sueldo astronómico para la época. 

Los coches, su gran pasión

Parte de la ingente fortuna que Florence Lawrence logró reunir ya en su juventud la destinó a su pasión por los coches, una pujante industria que prometía revolucionar el mundo. De esta forma, Lawrence cultivó esta afición comprando, cuidando y modificando a su gusto sus coches, aún muy rudimentarios.

Uno de los riesgos que la actriz canadiense identificó en la circulación era saber cuándo un vehículo iba a efectuar un giro o cuándo iba a detenerse. Esta imprevisibilidad constituía un peligro no solo para los automovilistas, sino también para el resto de los usuarios de la vía. Por eso, decidió incorporar a su vehículo preferido dos mecanismos que, a la larga, resultaron absolutamente esenciales para la seguridad vial: los indicadores de giro, antecedente de los intermitentes, y los indicadores de detección, antecedente de las luces de freno. 

El primero parecía sacado, precisamente, de una película cómica de cine mudo, ya que consistía en un mecanismo instalado en el paragolpes trasero que, al accionar un botón, desplegaba un brazo que indicaba la dirección que iba a tomar el coche. El segundo, que también se instalaba en la parte trasera del vehículo, consistía en una señal con la frase “STOP” que se levantaba al pisar el pedal de freno. Ambos resultaron ser un verdadero éxito. Florence, que poseía una decidida vocación por la escena pero que no se consideraba una inventora, no patentó sus ingenios, que fueron incorporados por la industria sin pagar un solo dólar.

Una vida desgraciada 

A pesar de su inteligencia, su éxito en la gran pantalla y su fortuna, Florence Lawrence no tuvo una vida feliz. Su primer marido, Harry Solter, copropietario de su productora, le insistió en volver a trabajar como actriz, convencido de que su fama ayudaría a sus películas.  Sin embargo, en uno de los rodajes, ella resultó herida en un incendio que le dejó graves secuelas, una desgracia que aceleró su declive y su separación.

Lawrence se casó en segundas nupcias con Charles Byrne, un vendedor de coches con el que compartía su pasión por el mundo de la automoción. Aunque fueron felices durante casi una década, la pareja se acabó rompiendo acuciada por los problemas económicos causados por la decadencia artística de la actriz y por el crack del 29, que terminó por arruinarla. 

Pocos meses después, Lawrence se casaba por tercera vez con Harry Bolton, un maltratador del que se separó poco tiempo después de la ceremonia. Sumida en el olvido y arruinada, murió en el año 1938, aunque su tumba californiana aún la recuerda como “The first movie star”, “la primera estrella del cine”.