Es un hecho: hoy en día, los vehículos ya no funcionan a partir de simples elementos mecánicos, sino que se han convertido en grandes plataformas tecnológicas que integran múltiples funciones inteligentes, conectadas e interactivas, pensadas para hacer la conducción más cómoda y personalizada. 
Sin embargo, esta revolución tecnológica conlleva un coste oculto que no siempre se percibe a simple vista: el aumento de las distracciones del conductor. Las notificaciones, los asistentes de voz y las pantallas cada vez más sofisticadas han convertido a la atención plena en la carretera en uno de los mayores desafíos para la seguridad vial. 

No solo es el móvil
Aunque las distracciones por usar el móvil mientras se conduce son muy frecuentes, no son las únicas. La normativa actual tipifica como infracciones graves las distracciones producidas por el uso indebido de cualquier sistema de comunicación, lo que también incluye a los navegadores (artículo 76 del Reglamento General de Conductores), cuya utilización puede ser tan peligrosa como la del teléfono móvil, ya que requiere interacción visual, manual y cognitiva para poder navegar por menús. 
En este sentido, EuroNCAP, el programa europeo de evaluación de automóviles nuevos, se ha propuesto limitar el uso de pantallas táctiles a las funciones más esenciales. Elementos como intermitentes, luces de emergencia, limpiaparabrisas, claxon y funciones SOS de llamada automática a los servicios de emergencia deberán mantener su accionamiento analógico desde enero de 2026 si se quiere mantener la máxima puntuación de seguridad. 
Los jefes de diseño de grandes fabricantes comienzan a posicionarse, criticando el exceso de funciones táctiles que ofrecen hoy en día los vehículos, algo que, entre otras cosas, encarece el precio de venta y facilita las distracciones de los automovilistas. Esta frase alimenta el dilema actual, ¿son necesarias tantas funciones en un vehículo cuya única función real es trasladarnos de un sitio a otro? 
La tecnología nunca es un enemigo de la seguridad vial, pero sí su mal uso y la falsa sensación de control que, en algunos casos, puede generar. Y es que la carretera exige atención plena.